domingo, 11 de mayo de 2008

"De loquacibus"


Ocurre cuando se termina de comer: Sol de primavera, de tarde temprana, casi mediodía, a eso de las tres y media de la tarde, el tintineo de las cucharillas, las manos solícitas de los anfitriones, que recogen platos y los dejan el el fregadero. Los niños,aburridos, balancean los pies que les cuelgan de la silla y picotean las migas que han quedado en el mantel. Los adultos se sacuden con molestia las que se les clavan en el reverso de sus antebrazos... A la tercera que el niño estira la maño para llevarse otro montón de pan, la madre de turno le da un cachete en la mano y le deja, al fin, levantarse.

Empieza entonces, con sendos copazos de pacharán en las manos y entre el chasquido de mecheros y bocanadas de humo, lo que podríamos llamar cariñosamente "Marxismo de Sobremesa", un fenómeno que o bien podría haberse heredado de una Transición donde todos creían tener firmes e inamovibles ideales, o bien es la costumbre de reunirse con cuatro amigos en un corrillo para vomitar contra todo lo que nos amarga el día a día con una cerveza en la mano (etílica empatía).

Como podréis imaginar la tertulia comienza con algo cercano: Subida del precio de los productos de primera necesidad y la pérdida de poder adquisitivo, o lo que sea que pueda lanzarnos dentelladas a la cartera. Rápidamente, tras escurrirse entre anécdotas cuya injusticia aprueban unánimemente, ya sea la panadería de barrio, los tickets de la compra en Carrefour que no cuadran o el vecino que sale a tirar la basura en coche, el tema pasa a política, y en caso de escuchar todos la misma radio y leer el mismo periódico (si no lo hacen o bien se disuelve la reunión o saldrá en la página de sucesos de un diario local la noticia de un presunto tiroteo entre bandas con una cantidad de muertos que ridiculizaría una reyerta entre mafiosos sicilianos y napolitanos de la Camorra) más veredictos y críticas aprobadas con voz unánime en la mesa...

Y la crítica sigue, más allá de la política, atravesando cuestiones históricas, jurídicas y filosóficas, extrayendo de su verborrea conclusiones que les sacarían los colores a los hermanos de la Gran Logia unida de Inglaterra, entre colillas que se amontonan en cenicero de plástico y la botella de pacharán, baja... Finalmente, a eso de las ocho, sin recordar el momento exacto en el que trasladaron la reunión al salón, resuenan los zapatos sobre el parqué de la entrada, el perchero se tambalea mientras cada cual recoge su chaqueta, entre palabras de aliento y despedida, dando por terminada la tarde.

Están todos satisfechos. La comida ha sido agradable, han hablado largo y tendido, se entienden entre ellos, tienen ideas y juicio propio, son todos buenos amigos y lo más importante: Su lengua sigue igual de afilada que siempre, y por lo tanto su sentido crítico también. O eso creen ellos...


Maldito artículo, entre párrafo y párrafo se me ha quedado el café frío...

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