domingo, 27 de abril de 2008

¿El cereal, la solución?

Es impresionante ver cómo esa substancia pegajosa, viscosa, creada a partir de la transformación de la materia orgánica de zooplancton y algas ha llegado a determinar nuestras vidas. Pero, al parecer, nada dura para siempre y la angustia por sobrevivir cincuenta años más y la moda de la conciencia ecológica están derivando en una creciente simpatía hacia los biocombustibles, es decir, combustibles que derivan de organismos recientemente vivos o sus desechos metabólicos. Cada vez son más los países y las empresas que apoyan el uso de este tipo de combustibles en sustitución a los fósiles, creyéndose abanderados de una cruzada contra el cambio climático que sin embargo está causando mucho daño. Y es que el uso creciente de los biocombustibles, lejos de ser una solución, es un verdadero problema.

Como ya he dicho, este tipo de combustibles está creado a partir de organismos recientemente vivos, concretamente, la gran parte se obtiene a partir de cereales como el trigo y la cebada, el maíz, las cañas de azúcar, soja o la remolacha. Estos productos suponen en países subdesarrollados o en vías de desarrollo la clave para la supervivencia y el avance económico, ya que exportan grandes cantidades de dichos productos, y lo que es más importante, supone la mayor fuente de alimento para el pueblo. Pero ahora que las multinacionales y las grandes potencias mundiales han puesto el ojo sobre los biocombustibles se han dedicado a comprar y a privatizar los terrenos para poder cultivar sus propios cereales para después transformarlos en combustibles, y esto está causando estragos en países como Brasil, China, México o Argentina. Ahora, una parte importante de la producción de cereales, soja, maíz etc, se destina a crear combustibles, no a abastecer las necesidades de la gente, y por ello la cantidad de comida que puede consumirse por habitante ha descendido abrumadoramente. No sólo eso, es que debido a la competencia el precio de los alimentos ha subido en un porcentaje alarmante, alrededor del 50%, por lo que los habitantes de dichos países, que no se caracterizan por tener unas cuentas bancarias demasiado abultadas, están teniendo serios problemas para poder comprar productos tan básicos y necesarios como pan o arroz, y la hambruna está comenzando a extenderse de manera alarmante, lo que está causando a su vez, protestas, manifestaciones etc. de los habitantes y sobre todo de los agricultores, como recientemente ha ocurrido en Argentina. Los defensores sostienen que la producción de biocombustibles es beneficiosa por ser una fuente de creación de empleo para los campesinos, pero, además de que los países subdesarrollados entregarán sus plantaciones, ¿de que les sirve tener un trabajo, si el sueldo que van a recibir va a ser mísero, imposible para hacer frente a los altos precios de la comida, y en algunos casos no van a tener ni comida para llevarse a la boca? Por no hablar de los efectos medioambientales, porque si bien es cierto que la producción en si es mucho menos contaminante que la del petróleo, por ejemplo, si este tipo de combustible se convirtiese en el más importante suplantando a los combustibles fósiles, la necesidad de crear nuevos campos de cultivo causará el talado de bosques enteros y se perderán sumideros de CO2 y la biodiversidad de dichos árboles.

En conclusión, si bien es cierto que ha quedado demostrado que necesitamos sustituir nuestras fuentes energéticas y acabar con la dependencia de los combustibles fósiles, no parece que ésta sea la mejor solución, no sólo por los daños medioambientales, sino que porque ¿debemos dejar nuestros vecinos del Tercer Mundo se mueran de hambre para que nosotros podamos usar el coche?

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