domingo, 20 de abril de 2008

Muere sobre el frío asfalto


María José pasó sus últimas horas de vida sobre el pavimento de la calle Arnotegi, en el barrio de San Francisco, Bilbao. Los vecinos del barrio la llamaban “La Gitana”, tenía 51 años, había nacido en Alicante, pero llevaba muchos años en Bilbao. Murió sobre el frió asfalto de la capital vizcaína, tras llevar unos días viviendo en la calle, porque, según denunciaron varios residentes en la zona «la habían desahuciado de su vivienda por no pagar el alquiler».
Parece ser la otra cara de Bilbao, la que parece no existir, o la que no queremos que exista. María José, es una victima más de la indigencia, a finales del mes pasado, un joven de 32 años, murió en el interior de un cajero de la calle General Concha, después de inyectarse droga.
Pobre mujer, y pobre del indigente que viva en Bilbao.... ciudad modelo del pasotismo de la gente, que prefiere mirar hacia el otro lado cuando nos encontramos ante gente que vive en la calle. Y viven en la calle porque no tiene dinero para pagar una sucia renta, parece mentira que el año o siglo en el que estamos exista esto.
En Bilbao no hay plazas suficientes en los albergues para la gente que vive en la calle, lo que es un dato incuestionable. En los albergues municipales, cada persona tiene derecho a dormir 3 días cada 3 meses, claro esta que 12 días en el año no van a solucionar nada. Hay otras plazas para situaciones especiales, pero evidentemente están llenas. Hay indigentes que prefieren dormir en la calle, que acudir a estos albergues, ya que han de seguir unas normas de funcionamiento, que deben de estar dispuestos a seguir. Eso hace que la situación no sea tan simple. Tal vez, las autoridades deberían de obligarles, a lo igual que deberían vaciar las calles de indigentes, como en muchos países avanzados de Europa, como son, los países bajos, Suiza, Alemania etc.
Tiempo hace, en el frontón de La Esperanza, junto a la Iglesia de San Nicolás, los indigentes podían pernoctar en el frontón libremente, sin clemencias del tiempo. Quizás ahora seria una solución habilitar zonas en las que no tendrían que seguir ningún reglamento y en los que ellos, como personas que son, podrían dormir seguros y protegidos.
Tal vez, si María José hubiese tenido un techo donde dormir, no se nos hubiera ido.

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