domingo, 30 de marzo de 2008

colorin colorao


Este mes la revista Vogue anunciaba a bombo y platillo la publicación de una portada realmente especial, la primera portada de dicha revista en la que aparece un hombre negro. Como en la imagen puede verse, el protagonista es el jugador de la NBA Lebron James, que parece junto a la modelo Gisele Bündchen. Pues bien, nada más publicarse esta portada a suscitado gran polémica, ya que en Estados Unidos el lado más puritano no ha tardado en sacar los dientes y tildar la portada de racista. Opinan que la actitud de Lebron, agresiva, retrata a la raza negra como violenta y comparan, además, la foto con la película King Kong, siendo el jugador de baloncesto el gorila y la modelo brasileña la rubia trofeo. Este episodio no es para mí, más que otro ejemplo de una de mis opiniones sobre el tema del racismo, que en gran parte la culpa de que existan muros invisibles entre las diferentes razas la tiene nuestra cabezonería y nuestra tendencia a complicarlo todo y a dramatizar.

Con esto no quiero decir que no exista el racismo, para nada, quiero decir que cuando las razas aparecen por medio nos tomamos todo a la tremenda y esto impide lograr un trato entre iguales. En mi opinión, por ejemplo, la portada que tenemos delante no es más que una foto que retrata a un gran deportista como lo que es, una bestia del baloncesto, lleno de energía y de fuerza, y la modelo una chica monísima que acompaña al deportista. Ir más allá y buscar rastros de racismo no es más que querer sacar punta. Además, si se tratara realmente de un intento de rememorar la película no sería más que eso, una portada en la que los fotografiados interpretan una escena de un clásico del cine, como podía ser Titanic o Casablanca. Tener en cuenta además, que mientras que el sector que se ha mostrado descontento con la fotografía es mayoritariamente blanco, mientras que Lebron, que curiosamente es negro, dice estar encantado con el resultado. Entonces, si los perjudicados por el racismo en este caso son los negros, y en general la comunidad negra, y el mismo protagonista no han protestado ¿por qué nos empeñamos en buscar el problema?

Pero esto también se da en casos más cotidianos. Cuántas veces nos habrá pasado el ir en el tren o autobús con amigos o familiares, y al darnos cuenta de que una persona de raza negra está sentada a nuestro lado evitamos a toda costa utilizar la palabra “negro” por miedo a herirlo o insultarlo. Es cierto que términos como “negro” u “moro” han adquirido a lo largo de la historia un matiz negativo, casi de desprecio, pero está claro que la mayoría de la gente cuando en sus conversaciones del día a día utiliza dichos términos no lo hace con ese propósito, sino como un modo de designar o definir a una persona según su aspecto físico. Pero, como en el anterior caso, nuestra tendencia al tremendismo impide que utilicemos esas palabras con naturalidad, para convertirlas en tabúes, en términos malditos que no pueden ni nombrarse. Esta incomodidad se manifiesta de muy diversos modos. Me refiero a agresiones, robos, peleas etc. en las que por la razón que sea alguien de raza no blanca se ve involucrado. Si el agredido es de raza blanca, las manifestaciones, pancartas, gritos y mensajes en protesta por la presencia de inmigrantes aparecen de hasta debajo de las piedras y, si en cambio, el agresor es blanco y el agredido de color, enseguida nos echamos las manos a la cabeza y condenamos el racismo, sin ni siquiera indagar cual a sido la verdadera razón del incidente, porque al parecer por naturaleza nos ponemos a la defensiva. A veces la reacción es la contraria, de una cautela asombrosa, de sopesar una a una las posibles consecuencias del incidente, pero en cualquier caso la antinaturalidad que desprendemos es fuera de lo común.

En conclusión, pese a que el racismo es un problema real y serio, nuestra actitud está lejos de ser la correcta para acabar con el problema y esto se manifiesta en varios aspectos de nuestra vida.

Hay os dejo la foto, juzgad vosotros mismos.

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