miércoles, 5 de marzo de 2008

El futuro es ahora

“El futuro es ahora. Pronto podrás visitar el museo del Louvre en un canal. O ver lucha de mujeres en el barro en el otro. Podrás comprar desde tu casa. ¡¡¡O jugar al Mortal Kombat con un amigo de Vietnam!!!”


Este fragmento pertenece al film Un loco a domicilio, protagonizado por el histriónico Jim Carrey, donde interpreta a un solitario instalador de televisión por cable que deja ser sobornado para el disfrute gratuito del cliente de los canales de pago. Pero este no permite ser comprado por dinero y exige otro tipo de pago de valor no material: la amistad de un amigo inseparable con la que compartir su vida. La película, en sí, es una crítica a la nueva sociedad carente de cultura y amante de los chismes que ha creado la televisión. Aparato del que dependemos para poder seguir un ritmo de vida normal y estar al día de los acontecimientos de “vital” importancia. Una lavadora con antena que hace que perdamos la noción del tiempo y pasemos horas y horas contemplándola, cual experto en arte mira un cuadro de Velazquez.

El personaje principal, encarnado por el famoso cómico y contorsionista de rostro estadounidense, podría ser considerado el hombre del futuro, dado que en la película se cría con la televisión como único amigo. Cuestión que al final le hace convertirse en un producto maléfico que arruina, vengativamente y poco a poco, la vida del otro protagonista del film (Matthew Broderick) que rescinde de su amistad. A partir de aquí comienza un debate subliminal –dado que se trata de una comedia– sobre si realmente utilizamos a conciencia la televisión y de cómo hemos cambiado los párrafos de las novelas por subtítulos de exclusivas de los programas del corazón. Esto concretamente, se plasma en el film con la exaltación e intriga que suscita en todo el país el veredicto del juicio de un conocido personaje farandulero por haber asesinado a su hermano gemelo (interpretado por Ben Stiller). A medida que avanza la película se nos aparecen fragmentos de la acusación y se muestra como los ciudadanos se detienen constantemente en los escaparates de la gran manzana cada vez que en los televisores expuestos se muestra alguna noticia o novedad sobre el caso.

Y aquí es donde hago mi pregunta: ¿es buena tanta comunicación? Si analizamos esta frase entresacada de la película, que el loco suelta a su nueva amistad tras enseñarle una gigantesca antena parabólica encargada de enviar la señal a millones de personas, podríamos deducir que las nuevas tecnologías son bondadosas, dado que acercan información y entrelazan culturas de una forma rápida y concisa. Pero el verdadero problema se presenta cuando la información es manipulada y una cultura se sobrepone a otra. Al fin y al cabo, los espectadores somos unos inocentes que nos tragamos todo lo anatado que se nos ponga delante, cuyo cerebro es sometido a la hipnosis mediática que nos hace asimilar automáticamente la información en el contexto que se les antoje a gnomos que rondan dentro de la tele. A estas alturas la apagaría para siempre, pero no puedo –es que esta noche echan una serie que me gusta y la emisión no cesa.

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