lunes, 31 de marzo de 2008

Una muerte digna

Chantal Sébire tenía 52 años y sufría de un tumor inoperable que le deformó la parte superior del rostro, dejándola ciega, sin poder oír ni degustar y causándole, además, grandes dolores. Solicitó al gobierno francés que la ayudaran a morir, pero la ayuda le fue denegada ya que la legislación francesa no admite la “ayuda o incitación al suicidio”. En vez de acudir a países vecinos como Holanda, Bélgica o Luxemburgo, donde la eutanasia es legal, Chantal decidió llevar su caso a la prensa para abrir el debate sobre la eutanasia y después, como muchos ya sabréis decidió quitarse la vida el pasado 19 de marzo en su domicilio de Plombières, cerca de Dijon. Y dado que ella decidió, de alguna manera, el camino difícil, qué menos que satisfacer su último deseo y llevar este tema a debate. Yo, soy de las que opino que cualquiera tiene derecho a una muerte digna, y privarle a alguien de este derecho es quitarle además cortarle sus alas de la libertad.


Quizá nosotros no nos damos cuenta de que somos unos privilegiados, o quizá simplemente afortunados, al tener prácticamente todo el control que se puede tener sobre nuestras vidas. Tenemos la capacidad de ser autosuficientes, independientes, de valernos por nosotros mismos. Y si las cosas nos van mal, muy mal, siempre podemos elegir cuando ponerle un punto final, acabar con todo por elección propia, no esperar a que la muerte venga a nosotros sino que ir en su busca y plantarle cara. Pero pocas veces pensamos en toda la gente que por muy diversas razones no dispone de estos privilegios. Son miles las personas que viven atadas a una cama, sin poder mover más que los párpados, la cabeza entera a veces, condenados a malvivir de esa forma hasta que la naturaleza decida, siempre a merced de que familiares, doctores, enfermeras etc. los alimenten o los cuiden. También son muchas las personas que como Chantal han dejado de ver, de oír, casi de sentir algo que no sea el gran dolor que su enfermedad les produce. Todas con algo en común, que su vida ya no es suya y que lo pueden ni vivir ni valerse por si mismos. Entiendo que la gente tiene y sigue sus creencias religiosas, y que para ellas la vida debe llegar a su fin de un modo natural, pero no creo que estas deben imponerse sobra la gente que no las comparte, y teniendo en cuenta que la religión apoya e intenta ayudar aquellos que sufren, deberían tener en cuenta el dolor de estas personas. Ocurre además que por influencia de estas creencias, los gobiernos, y al fin de acabo, gran parte de la sociedad que es la que elige al gobierno, les niega rotundamente el derecho a morir, que en este caso no es más que una liberación, una liberación de una vida que no quieren, de una vida que ha dejado de ser vida para convertirse en un tormento, y les quitamos así uno de los derechos que debería ser básico, el derecho a decidir sobre su vida, a tomar sus propias decisiones. Quizá es que no nos hemos puesto en su lugar demasiado, o ni siquiera le hemos dedicado tiempo a pensar en el tema o en esas personas que viven en esa situación tan penosa ¿Acaso estas personas no tienen el mismo derecho que los demás a tener una muerte digna?

Ahora que esta desgracia, que ni ha sido la primera ni será la última, ha ocurrido puede que sea la hora de que el debate vuelva a la palestra, y de que pensemos todos en que lo que esta en juego es la vida, el sufrimiento, y el derecho a elegir de una persona.

No hay comentarios: