sábado, 29 de marzo de 2008

Y ni qué hacer...

...Para variar, es escuchando una canción cuando me he inspirado hoy también. Mi tío me había mandado bajarle alguna de Joaquín Sabina, y en la de "Princesa", aunque no trate únicamente eso, he oído una referencia a las drogas; esa misma referencia me ha llevado a tener "mono" de escuchar otra de Los Secretos, grupo que, pese a su antigüedad, sigo encontrando fascinante... con mis pegas, claro. ¿Habéis escuchado alguna vez la canción "Agárrate a mí, María"? Si os gustan las canciones tranquilitas en castellano, os la recomiendo. El que escribió las letras no fue otro que Enrique Urquijo, ex cantante del grupo... Lo cierto es que para mí sigue siendo el único, pues no veo las canciones de igual forma cuando no las canta él. Son tan emotivas... El chico murió con 38 años, tras combinar inadecuadamente estupefacientes. O, hablando en plata, por sobredosis. Y, por triste que sea, creo que en su gran problema, ese que lo mató, está el encanto de su música, sí... Resulta sobrecogedora, escrita toda con un tono tan desesperado, tan angustioso a veces, que resulta imposible ignorar cómo acabó sus días un gran artista. Realmente, se nota cómo puede llegar a pesarle la vida a alguien con problema de drogas.

Me parece increíble ver cómo hoy en día, con la información que se tiene, la gente se sigue metiendo en pozos más profundos de los que puede salir... Yo no encuentro los motivos. Puede que sea ignorancia, pero lo dudo: nos aburren desde pequeños con historias de lo mala que es la droga, de que una vez se mete uno no se la puede dejar... El grupo Mecano, que también tiene una canción dedicada a ella, bien dice: "olerla es / meter los pies". No hay un punto medio con algunas de ellas, o eso dicen: si empiezas, vas a seguir. Tenemos muchísimos testimonios que hablan del infierno que es la vida cuando uno se encuentra bajo la necesidad de consumición de dichas substancias. Las tasas de suicidio de personas con problemas de adicciones, o que están en proceso de rehabilitación son también elevadas. Y la gente, cada vez más joven, muerde el anzuelo.

En países tercermundistas, son los pobres los que comienzan a consumir pegamento, o a inhalar el humo del plástico derretido, sustancia altamente tóxica que los sumerge en un letargo del que difícilmente se sale... Lo hacen, según muchos informativos (el documental La Pesadilla de Darwing entre ellos) por ahorrarse las penurias que tienen que aguantar si están conscientes. Sin embargo, no se limita esto a la pobreza o la marginación, no. Gente rica, o jóvenes que tienen un entorno social próspero y una familia que les ha dado una educación ejemplar, también caen. No, tal vez, "esnifando" pegamento, pero sí otros elementos igualmente nocivos, o peores. Y, me pregunto, ¿Por qué lo hacen? ¿Acaso creen que son mejores? ¿Lo hacen para disfrutar más del día a día? ¿O para huir de unas vidas tristes, solitarias y miserables?

A veces, desesperada por la incomprensión que me abruma cuando veo a una persona muy apreciada perdiéndose por un largo camino neblinoso, lleno de baches y que tiene un único sentido, (y no es el de retorno) me dan ganas de abofetearlos. No de forma agresiva e histérica, sino de pura desesperación, de incomprensión, de desasosiego. Desearía que reaccionaran. Que pusieran un freno a ese lento pero constante caminar fatal. Está claro que no valoran ni sus vidas, ni su intelecto, ni el tiempo que pasa de forma inexorable por nosotros. Consumir algo para que varíe nuestra percepción de la realidad sólo consigue sumirnos en una modorra que, con un poco de suerte, sólo nos dejará ligeramente ausentes por un periodo corto de tiempo: unas horas. Si, de hecho, no se tiene suerte, es posible que nos ausentemos la eternidad. Pero no son conscientes de ello, no. Y no tengo más remedio que dar la razón a un amigo por la teoría que hace tiempo me planteó: "Nos quieren meter miedo diciendo que a nada que lo pruebes te enganchas, que no podrás salir... Y esa exageración hace que, cuando lo pruebas por primera vez y ves que no es así, pierda credibilidad todo lo dicho. ¿Por qué creer lo que te han dicho, si lo más básico y lo único que podemos comprobar no es cierto?". Y la verdad es que, por más vueltas que le he dado al asunto, no puedo quitarle la razón. No es algo inmediato, sino algo que requiere cierta constancia, como todo... El problema de las drogas, una vez empezado, es que no te das cuenta de que forman parte de tu vida hasta que es demasiado obvio, y por lo tanto, casi imposible de frenar.

Pero eso no disculpa las razones por las que probarlo; estoy segura de que más de uno (o una) empezó porque quería distraerse, olvidar algún pequeño problemilla. Y es al pensar en ello cuando me da la risa, y me sale una mueca levemente despectiva en el rostro... ¡Que alguien pueda quejarse de su vida aquí...! Sí, lo admito: puede que toda existencia tenga algún momento adverso, pero al menos de mis conocidos, no hay ninguno muriendo de inanición. Ni de sed. Ni ha de caminar kilómetros para encontrar agua, y que yo sepa, hoy en día por nuestros alrededores, hay bastante poca gente que no tenga un lugar para vivir. Porque sí que es cierto que hay indigentes, pero si les preguntaseis, os aseguro que más de uno os diría que el motivo por el que se encuentra en la calle no es el azar: las causas de muchas de esas ruinas han sido las adicciones: el juego, el alcohol, la heroína... Y no al revés. No ha sido la pérdida de bienes lo que los ha conducido a una adicción. No al menos en la mayoría. Y, aún así, no creo que evadirse sea la solución: no es más que una estúpida cobardía de espíritu, debilidad de quien no quiere afrontar una realidad adversa. A veces, ni tan siquiera eso: parece más bien una nueva modalidad del berrinche de un bebé malcriado. Y aún así, me duele ver cómo gente que vale millones se mete en la boca del lobo...

Es por ello por lo que me dejan estupefacta los casos de problemas que estoy venga a escuchar últimamente, es un mal que no parece en absoluto cercano a erradicarse. Y al que no veo solución posible: en mi opinión, el propio cebo cada vez más atractivo de un anzuelo químico es el propio hecho de perder lo único que, en una sociedad materialista y capitalista, el dinero no puede comprar: el intelecto.

¡Unas vacaciones en algunos sitios de la geografía es lo que algunos inconscientes necesitarían para concienciarse, y no tanta información teórica y fatalista! Si es que, como algunos abuelos dicen, "Un buen azote a tiempo...".



Nota: La imagen, para información de cualquier posible interesado en conocer su origen (en el caso de desconocerlo) es de una obra de Maurits Cornelis Escher, un pintor holandés conocido por su colección de obras que representaban perspectivas imposibles. Este laberinto de escaleras que parece no tener sentido alguno me ha parecido apropiado para representar el lio que puede ser meterse en sitios de los que luego uno no sabe salir.

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