lunes, 31 de marzo de 2008

Para presumir hay que sufrir

Sin duda alguna estamos en la era del culto al cuerpo. Cada vez destinamos más tiempo y dinero a ponernos guapos. Vamos al gimnasio para estar en forma y tener un cuerpo bonito. Compramos un sinfín de cremas, cada una para una parte del cuerpo. Porque hay que ver la de potingues que se da la gente. Que si una crema de día para la cara, pero ¡ojo! la del día no se te ocurra dártela por la noche, pues por lo visto, los beneficios que promete hacer a lo largo del día no valen cuando se oculta el sol, con lo cual tienes que comprarte otra diferente para meterte a la cama; hay que comprar otra para las patas de gallo; una hidratante para una parte del cuerpo porque las manos al igual que los pies tiene cada cual una específica. Bueno, y si tienes celulitis, pechos caídos y flacidez en los brazos, es mejor que te lleves el carro de la compra para no llegar extenuada por el peso a casa.

Pero lo peor no es esto, lo peor es cuando además de ir a la perfumería deciden ir al cirujano como quien compra una pasta de dientes. Primero se empieza con unos pinchacitos para inyectarse bótox o toxina botulínica, que con ese nombre no parece que sea nada bueno, pero solo debe parecerme a mí pues no hay actriz que se precie que no se la inyecte, e incluso mucha mas gente de a pie de la que creemos. Luego continúan con el aumento de pecho, pero no una talla, ya que estamos dos o tres, más que nada por lo de que “sin tetas no hay paraíso”. Después una liposucción y seguido a nariz y así sucesivamente. Y es que las que lo prueban dicen que la cirugía crea adicción. Al final, cuando se miran al espejo, en vez de verse a ellas mismas ven a un clon de la “Barbie”.

Yo me pregunto, ¿cuando se debe decir basta? ¿Cuándo deja de ser algo estrictamente necesario o beneficioso para pasar a convertirse en un capricho o una obsesión por los estereotipos de moda?

El culto al cuerpo ha pasado a ser una verdadera droga para algunos y a veces los resultados no son los deseados mas bien un verdadero error. Le quitan sus facciones, su sonrisa, sus gestos. Algunas mujeres sufren lo indecible por una operación de pecho mal hecha, a otras les dejan los labios tan abultados que apenas pueden articular palabra. Pero todo esto parece darles igual, siguen sometiéndose a cirugías drásticas y a todo aquello que ellas creen que les va ha hacer mas bellas o mas jóvenes a pesar de que tengan que pasar largos y dolorosos post-operatorio. Incluso algunas, como Demy Moore utilizan sanguijuelas para que le chupen la sangre y liberar toxinas. De locos. Pero para presumir hay que sufrir y algunos se lo toman al pie de la letra.

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